Aquest és el títol del quart capítol del llibre El Tao del viajero (de Paul Theroux), capitol dedicat a Devla Murphy, “Una viajera a la que he admirado durante la mayor parte de mi vida itinerante“. Theroux, en aquest capítol, en glosa les seves máximes per a viatjar. El Tao del Viajero, és un llibre de lectura recomanable. Copio bona part del capítol, per a tenir-lo a prop quan m’entren les ganes de rellegir-lo:
Consejos para los viajeros, «para facilitar el escapismo»
Elige un país, maneja guías para identificar las áreas más frecuentadas por los extranjeros… y ve en la dirección contraria
Este consejo apesta a incorrección política; resulta «arrogante» hacer una distinción tan marcada entre viajeros y turistas. Y, sin embargo, es realista. El viajero escapista precisa espacio, soledad, silencio.
Empóllate la historia
Viajar desconociendo la historia de una región te incapacita para entender los «porqués» de las cosas y las personas. No es necesaria una gran documentación sociológica o política, pero si te gustan esos temas le añadirás una dimensión extra al viaje. En caso contrario, la política del momento se te irá revelando sobre la marcha. Y en esas tierras felices donde la política doméstica no interesa a los lugareños, puedes prescindir de tales conocimientos.
Antes del viaje, aprende tanto como te sea posible sobre los tabúes (religiosos y sociales) y respétalos escrupulosamente.
Viaja solo o con un impúber
En algunos países, pueden creer que dos adultos que viajan juntos ya se dan suficiente apoyo mutuo, con lo cual la acogida de los lugareños será menos espontánea y calurosa. Por el contrario, la presencia de un niño subraya tu confianza en la buena voluntad de la comunidad. Y debido a que los niños prestan poca atención a las diferencias raciales o culturales, estos jóvenes compañeros derrumban rápido las barreras de la aprensión o la timidez que a menudo se levantan cuando unos forasteros se aproximan sin avisar a una localidad apartada.
No planifiques en exceso
No es necesario, ni siquiera deseable, conocer desde la mañana tu posición al atardecer. En áreas escasamente pobladas lleva una tienda ligera y un saco de dormir. En los demás sitios, confía en que la providencia te proporcione un techo; depender de aquellos que encuentres en el camino favorece en gran medida el escapismo, y los aldeanos son invariablemente hospitalarios con quienes les muestran su confianza. «Confianza» es una palabra clave para viajar sin tensiones entre personas con estilos de vida diferentes, que tal vez exijan un ejercicio de adaptación, pero que nunca deben dar pie a la incomodidad o la suspicacia.
Autopropúlsate, o compra un animal de carga
Para las largas caminatas lejos de caminos y poblaciones, compra un animal de carga que transporte la comida, el equipo de acampada, el queroseno para el horno (si escasea la leña) y por supuesto a tu hijo, si el niño o la niña son demasiado pequeños como para andar todo el día.
Es importante viajar ligero. Lo que nunca puede faltarme, aunque eso también depende de la ruta, es una tienda ligera, un saco de dormir adecuado para el clima del país y un horno portátil.
La interacción ciberespacial vicia el escapismo genuino
Deja atrás tu teléfono móvil, el portátil, el iPod, y todos esos vínculos con la familia, los amigos y los compañeros de trabajo. Concéntrate en el sitio donde estás y extrae la diversión de los estímulos inmediatos, del mundo tangible que te rodea.
No te cohíbas por la barrera lingüística
Aunque desconocer el idioma local frustra el intercambio de ideas, eso pierde importancia en el nivel práctico. Nuestras necesidades básicas —dormir, comer, beber— siempre pueden indicarse mediante signos o ruidos de significado universal.
Sé precavido, pero no apocado
Se asume que solo la gente valiente o temeraria se adentra por caminos ignotos, pero es algo que carece de fundamento. En realidad, los escapistas son exageradamente cautelosos: ese es uno de sus sellos distintivos, y un componente esencial de los mecanismos de supervivencia. Antes de la partida, anticipan los peligros probables y evitan esa ruta —si se estiman excesivos—, o se disponen para enfrentarse a esos riesgos razonables. Los optimistas no creen en los desastres hasta que ocurren, y, por lo tanto, no tienen miedo, lo cual es lo opuesto a ser valiente.
Invierte en los mejores mapas existentes
Y hagas lo que hagas, no te olvides de la brújula.